lunes, 6 de marzo de 2017

JOSÉ MARÍA VAZ DE SOTO EN EL RÁBIDA

Foto: Juan Luis Villegas

El viernes pasado nos vestimos de gala para disfrutar de la visita del novelista José María Vaz de Soto. Os dejamos con las palabras que pronunció nuestro compañero Juan Luis Villegas en la presentación:

Buenos días, alumnos y profesores presentes.

Como parte de los encuentros literarios que organizan el Departamento de Actividades Extraescolares del IES La Rábida y la dirección del Centro, hoy contamos con una presencia especial, no solo por la relevancia de su producción como escritor, sino porque, además de brillar en ese oficio, es uno de los nuestros, es decir, un educador, alguien cuyo medio de vida ha sido transmitir ideas a las generaciones siguientes. Me honra pensar que Don José María Vaz de Soto y los profesores presentes en esta sala somos en cierto modo colegas de, al menos, una de sus actividades. Y, aunque no me quejo en absoluto del lote de profesores de literatura que me cayeron en fortuna durante mi vida, no dejo de envidiar la suerte de los que fueron sus alumnos en los distintos centros en los que ejerció. Cuando lo he escuchado disertar, he pensado en aquellos que disfrutaron de sus clases a diario; incluso en este mismo instante imagino el privilegio que habría supuesto para mí el que un escritor de su nivel corrigiera mis exámenes y me indicara dónde y en qué me había expresado de manera incorrecta o confusa.

José María Vaz de Soto es hijo del Andévalo, esta tierra de aquí al lado donde se pronuncia la ‘elle’, Andalucía se vuelve poniente y no es del todo sierra. Nació en 1938 en Paymogo, donde su padre regentaba una farmacia (una botica, que decían antes) en la que también, si no me han dicho mal, atendía su madre. Vino a la capital a estudiar Bachillerato interno en un colegio religioso, que era como se hacía entonces. A propósito de esta experiencia, explicó en alguna ocasión que a Huelva la había conocido entre rejas, ya que tan solo los domingos podían sus padres sacarlo a pasear, y que cuando lo hacían los curas, los chavales debían avanzar por la calle en fila, por orden de estatura y guardando la distancia de un brazo extendido con el compañero de delante. Así, Sevilla y la vida de universidad supusieron para él su reencuentro con la libertad. En la capital andaluza inició estudios de Filosofía y Letras, que finalizó en Madrid en la especialidad de Filología Románica. Allí dio en frecuentar ambientes intelectuales y tratar con los nombres más relevantes del panorama artístico de los 60.
Es doctor en Filología Románica y ha ejercido como catedrático de Lengua y Literatura en distintos centros de España y Francia. Ha complementado también su tarea docente con la publicación de libros de texto y otros recursos didácticos.Como estudioso de la literatura, ha sido asiduo participante en coloquios, programas de televisión y radio y mesas redondas. Ha sido también redactor de ponencias y colaborador de revistas relacionadas con la Lengua y Literatura Españolas. Las figuras y las obras de Luis Cernuda y de Antonio Machado, la poética de la narrativa, la dialectología y, en particular, la definición y reivindicación del habla andaluza son solo algunos de los muchos campos en los que su tarea investigadora y divulgadora ha brillado especialmente. El rigor de su exposición en su ensayo Defensa del habla andaluza, publicado en 1981, sirvió para dar por zanjados muchos prejuicios e interminables, pelmazos y, en ocasiones, delirantes debates sobre el rango y el reconocimiento social que corresponde a nuestra versión de la lengua castellana, así como la responsabilidad que corresponde a los medios de comunicación en lo relativo a la creación de una norma culta en nuestra forma de interpretar el idioma.Mas siendo conscientes de su relevante producción ensayística, sus trabajos como guionista, articulista y colaborador periodístico, José María Vaz de Soto es ante todo novelista. Su obra narrativa, de altísima calidad literaria e innegable profundidad intelectual, se aproxima a la realidad humana a partir de un enfoque metódico y riguroso, exponiendo las inquietudes más íntimas del ser humano de este tiempo, sus reacciones ante la frustración y la insatisfacción y las dudas ante el sentido de la propia existencia y la certeza de la muerte.
El infierno y la brisa, su debut como narrador, fue finalista del premio Alfaguara de Novela en 1969 y vio la luz en 1971. Esta obra ha sido reeditada múltiples veces y llevada al cine en 1978 con el título de ¡Arriba Hazaña! con Fernando Fernán Gómez, Hector Alterio y José Sacristán entre otros, como protagonistas.Diálogos del anochecer, que vio la luz en 1972, fue reeditada en 2004 incluyendo pasajes que fueron censurados en la primera edición. Esta obra, en la que retrata una generación crecida a la sombra del franquismo fue la primera de una tetralogía, que sería completada por Fabián (1977), Fabián y Sabas (1982) y Diálogos de la alta noche (1982).En 1975, meses antes de la muerte del dictador, vio la luz El precursor, finalista del Premio Ateneo de Sevilla el año anterior. Más adelante publicó otras muy aclamadas por la crítica, entre las que caben citar Despeñaperros (Premio Andalucía de Novela en 1988) o la trilogía de ambiente policíaco compuesta por Las piedras son testigo (1994 ), Síndrome de Oslo (1998) y Perros ahorcados : un nuevo caso del inspector Pedrero (Premio Andalucía de la Crítica en 2000). A propósito de esta última, Fernando Sánchez Dragó, escritor que no regala sus elogios y lector exigente donde los haya, escribió y declaró ante las cámaras de televisión que nuestro invitado de hoy es “uno de los mejores novelistas existentes en un país donde las buenas novelas son tan raras como los tréboles de cinco hojas.Más recientemente ha publicado Desde mi celda ( 2002 ), Sevilla, estación Términus (2009) y Memorias de un homicida (2013).Esta brillante trayectoria narrativa le ha hecho militar en las mejores escuderías: las editoriales y revistas de más prestigio han publicado su obra, generando así un currículum demasiado extenso para ser siquiera repasado en esta presentación. Por ello, me limitaré a añadir que también es autor de algún que otro relato corto, que ha sido incluido en múltiples antologías y que son incontables los estudios y reseñas firmados por los más respetados críticos sobre su producción literaria. Es autor y colaborador también de guiones cinematográficos, ha formado parte en numerosos jurados de certámenes literarios y es miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Además de los premios ya mencionados, ha sido galardonado con numerosas distinciones, entre otras la Huelva-Junta 2005  y la Medalla de Huelva en 2009. No sé si a su pesar (pero apostaría a que sí), insistentemente se le ha pretendido marcar con el hierro de “los narraluces”, un infeliz término que debió de ser propuesto por algún crítico no en su mejor momento de lucidez conceptual. José María Vaz de Soto es narrador y vino a nacer en Andalucía, pero se hace duro aceptar que su obra acepte ser encasillada, ni tenga significativamente más en común con la de Alfonso Grosso, Luis Berenguer, Fernando Quiñones o Eduardo Castro que con las del resto de escritores no andaluces de su generación. Su estilo narrativo es realista y certero, pero esquiva lo anecdótico y huye de lo costumbrista. Es andaluz porque su origen, sus personajes y la atmósfera que los envuelve lo son, pero jamás cae en el tipicismo. Domina el potencial narrativo y discursivo del diálogo como pocos o como nadie. Mi buen amigo Francisco Rivero, un extraordinario narrador cuya carrera se vio malograda por una muerte cruel y prematura, me solía decir que “meter mucho diálogo en una historia es de novelista malo que no sabe cómo seguir”. Cuando, por contradecirle, le citaba alguna novela de Vaz de Soto escrita casi por completo en forma dialogada, él contestaba: “Bueno, sí, ése es el único bueno en eso.”Antes de concluir, si se me permite un último apunte personal, me gustaría decirles que poder presentarles a este escritor hoy resulta particularmente significativo para mí, toda vez que hoy he podido conocer y estrechar la mano del novelista que me ayudó a metabolizar el rencor que sentía hacia los protagonistas de mi educación durante interminables años de escolarización religiosa. La lectura de El infierno y la brisa me reconcilió entonces con mis sensaciones, mostrándome que éstas podían tener un valor terapéutico, que el desprecio que sentía hacia los valores y las creencias de esas personas era curativo y que no estaba solo en el mundo. Me reconocí en algunos de esos alumnos que descubren el descreimiento y se empiezan a comprometer con principios contrarios a aquellos que se les había intentado imponer mediante violencia y abuso de posición. En esa novela vi retratados el día a día de mis clases así como la vida que (me horrorizaba imaginar) llevaban los alumnos internos. Al escritor que hoy nos acompaña debo ese despertar de la conciencia.
Así pues, con esta presentación, espero haberles transmitido, y haberle transmitido a él, el privilegio que supone para todos nosotros, profesores y alumnos de este centro, contar en esta mañana con la compañía en esta biblioteca de una figura literaria de su nivel.

Muchas gracias, Don José María, por estar en el IES La Rábida hoy.














No hay comentarios:

Publicar un comentario