JOSÉ MARÍA VAZ DE SOTO EN EL RÁBIDA
Foto: Juan Luis Villegas
El viernes pasado nos vestimos de gala para disfrutar de la visita del novelista José María Vaz de Soto. Os dejamos con las palabras que pronunció nuestro compañero Juan Luis Villegas en la presentación:
Buenos
días, alumnos y profesores presentes.
Como
parte de los encuentros literarios que organizan el Departamento de
Actividades Extraescolares del IES La Rábida y la dirección del
Centro, hoy contamos con una presencia especial, no solo por la
relevancia de su producción como escritor, sino porque, además de
brillar en ese oficio, es uno de los nuestros, es decir, un educador,
alguien cuyo medio de vida ha sido transmitir ideas a las
generaciones siguientes. Me honra pensar que Don José María Vaz de
Soto y los profesores presentes en esta sala somos en cierto modo
colegas de, al menos, una de sus actividades. Y, aunque no me quejo
en absoluto del lote de profesores de literatura que me cayeron en
fortuna durante mi vida, no dejo de envidiar la suerte de los que
fueron sus alumnos en los distintos centros en los que ejerció.
Cuando lo he escuchado disertar, he pensado en aquellos que
disfrutaron de sus clases a diario; incluso en este mismo instante
imagino el privilegio que habría supuesto para mí el que un
escritor de su nivel corrigiera mis exámenes y me indicara dónde y
en qué me había expresado de manera incorrecta o confusa.
José
María Vaz de Soto es hijo del Andévalo, esta tierra de aquí al
lado donde se pronuncia la ‘elle’, Andalucía se vuelve poniente
y no es del todo sierra. Nació en 1938 en Paymogo, donde su padre
regentaba una farmacia (una botica,
que decían antes) en la que también, si no me han dicho mal,
atendía su madre. Vino a la capital a estudiar Bachillerato interno
en un colegio religioso, que era como se hacía entonces. A
propósito de esta experiencia, explicó en alguna ocasión que a
Huelva la había conocido entre rejas, ya que tan solo los domingos
podían sus padres sacarlo a pasear, y que cuando lo hacían los
curas, los chavales debían avanzar por la calle en fila, por orden
de estatura y guardando la distancia de un brazo extendido con el
compañero de delante. Así, Sevilla y la vida de universidad
supusieron para él su reencuentro con la libertad. En la capital
andaluza inició estudios de Filosofía y Letras, que finalizó en
Madrid en la especialidad de Filología Románica. Allí dio en
frecuentar ambientes intelectuales y tratar con los nombres más
relevantes del panorama artístico de los 60.
Es
doctor en Filología Románica y ha ejercido como catedrático de
Lengua y Literatura en distintos centros de España y Francia. Ha
complementado también su tarea docente con la publicación de libros
de texto y otros recursos didácticos.Como estudioso de la
literatura, ha sido asiduo participante en coloquios, programas de
televisión y radio y mesas redondas. Ha sido también redactor de
ponencias y colaborador de revistas relacionadas con la Lengua y
Literatura Españolas. Las figuras y las obras de Luis Cernuda y de
Antonio Machado, la poética de la narrativa, la dialectología y, en
particular, la definición y reivindicación del habla andaluza son
solo algunos de los muchos campos en los que su tarea investigadora y
divulgadora ha brillado especialmente. El rigor de su exposición en
su ensayo Defensa
del habla andaluza,
publicado en 1981, sirvió para dar por zanjados muchos prejuicios e
interminables, pelmazos y, en ocasiones, delirantes debates sobre el
rango y el reconocimiento social que corresponde a nuestra versión
de la lengua castellana, así como la responsabilidad que corresponde
a los medios de comunicación en lo relativo a la creación de una
norma culta en nuestra forma de interpretar el idioma.Mas siendo conscientes de su
relevante producción ensayística, sus trabajos como guionista,
articulista y colaborador periodístico, José María Vaz de Soto es
ante todo novelista. Su
obra narrativa, de altísima calidad literaria e innegable
profundidad intelectual, se aproxima a la realidad humana a partir de
un enfoque metódico y riguroso, exponiendo las inquietudes más
íntimas del ser humano de este tiempo, sus reacciones ante la
frustración y la insatisfacción y las dudas ante el sentido de la
propia existencia y la certeza de la muerte.
El infierno y la brisa,
su debut como narrador, fue finalista del premio Alfaguara de Novela
en 1969 y vio la luz en 1971. Esta obra ha sido reeditada múltiples
veces y llevada al cine en 1978 con el título de ¡Arriba
Hazaña! con
Fernando Fernán Gómez, Hector Alterio y José Sacristán entre
otros, como protagonistas.Diálogos del anochecer,
que vio la luz en 1972, fue reeditada en 2004 incluyendo pasajes que
fueron censurados en la primera edición. Esta obra, en la que
retrata una generación crecida a la sombra del franquismo fue la
primera de una tetralogía, que sería completada por Fabián (1977),
Fabián y Sabas
(1982) y Diálogos
de la alta noche
(1982).En 1975, meses antes de la
muerte del dictador, vio la luz El
precursor,
finalista del Premio Ateneo de Sevilla el año anterior. Más
adelante publicó otras muy aclamadas por la crítica, entre las que
caben citar Despeñaperros
(Premio Andalucía de Novela en 1988) o la trilogía de ambiente
policíaco compuesta por Las
piedras son testigo
(1994 ), Síndrome
de Oslo (1998)
y Perros
ahorcados : un nuevo caso del inspector Pedrero
(Premio Andalucía de la Crítica en 2000). A propósito de esta
última, Fernando Sánchez Dragó, escritor que no regala sus elogios
y lector exigente donde los haya, escribió y declaró ante las
cámaras de televisión que nuestro invitado de hoy es “uno
de los mejores novelistas existentes en un país donde las buenas
novelas son tan raras como los tréboles de cinco hojas.Más recientemente ha
publicado Desde mi
celda ( 2002 ),
Sevilla, estación
Términus (2009) y
Memorias de un
homicida (2013).Esta
brillante trayectoria narrativa le ha hecho militar en las mejores
escuderías: las editoriales y revistas de más prestigio han
publicado su obra, generando así un currículum
demasiado extenso para ser siquiera repasado en esta presentación.
Por ello, me limitaré a añadir que también es autor de algún que
otro relato corto, que ha sido incluido en múltiples antologías y
que son incontables los estudios y reseñas firmados por los más
respetados críticos sobre su producción literaria. Es autor y
colaborador también de guiones cinematográficos, ha formado parte
en numerosos jurados de certámenes literarios y es miembro de la
Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Además de los premios ya
mencionados, ha sido galardonado con numerosas distinciones, entre
otras la Huelva-Junta
2005 y la Medalla
de Huelva en 2009. No
sé si a su pesar (pero apostaría a que sí), insistentemente se le
ha pretendido marcar con el hierro de “los narraluces”, un
infeliz término que debió de ser propuesto por algún crítico no
en su mejor momento de lucidez conceptual. José María Vaz de Soto
es narrador y vino a nacer en Andalucía, pero se hace duro aceptar
que su obra acepte ser encasillada, ni tenga significativamente más
en común con la de Alfonso Grosso, Luis Berenguer, Fernando Quiñones
o Eduardo Castro que con las del resto de escritores no andaluces de
su generación. Su
estilo narrativo es realista y certero, pero esquiva lo anecdótico y
huye de lo costumbrista. Es andaluz porque su origen, sus personajes
y la atmósfera que los envuelve lo son, pero jamás cae en el
tipicismo. Domina el potencial narrativo y discursivo del diálogo
como pocos o como nadie. Mi buen amigo Francisco Rivero, un
extraordinario narrador cuya carrera se vio malograda por una muerte
cruel y prematura, me solía decir que “meter mucho diálogo en una
historia es de novelista malo que no sabe cómo seguir”. Cuando,
por contradecirle, le citaba alguna novela de Vaz de Soto escrita
casi por completo en forma dialogada, él contestaba: “Bueno, sí,
ése es el único bueno en eso.”Antes de concluir, si se me
permite un último apunte personal, me gustaría decirles que poder
presentarles a este escritor hoy resulta particularmente
significativo para mí, toda vez que hoy he podido conocer y
estrechar la mano del novelista que me ayudó a metabolizar el rencor
que sentía hacia los protagonistas de mi educación durante
interminables años de escolarización religiosa. La lectura de El
infierno y la brisa
me reconcilió entonces con mis sensaciones, mostrándome que éstas
podían tener un valor terapéutico, que el desprecio que sentía
hacia los valores y las creencias de esas personas era curativo y que
no estaba solo en el mundo. Me
reconocí en algunos de esos alumnos que descubren el descreimiento y
se empiezan a comprometer con principios contrarios a aquellos que se
les había intentado imponer mediante violencia y abuso de posición.
En esa novela vi retratados el día a día de mis clases así como
la vida que (me horrorizaba imaginar) llevaban los alumnos internos.
Al escritor que hoy nos acompaña debo ese despertar de la
conciencia.
Así pues, con esta
presentación, espero haberles transmitido, y haberle transmitido a
él, el privilegio que supone para todos nosotros, profesores y
alumnos de este centro, contar en esta mañana con la compañía en
esta biblioteca de una figura literaria de su nivel.
Muchas gracias, Don José
María, por estar en el IES La Rábida hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario